El miedo es una emoción natural de los seres humanos que nos protege de posibles peligros que existen en el mundo. Hay miedo a los insectos, a la oscuridad, a las alturas y al agua. Son miedos comprensibles ya que estos elementos de la naturaleza pueden resultar peligrosos pero hay otros miedos más irracionales. Introducirse en el agua puede ser un miedo para los más pequeños, pero hay algunos tratamientos que pueden ayudarlos a superarlo. De esto hablaremos hoy.
El primer consejo que te damos es que evites forzar al niño a meterse en el agua. Lo que tienes que hacer es meterte primero tú en el agua y demostrarle que no hay ningún peligro y que el agua es algo divertido. Pro lo más importante es que tienes que tener paciencia y esperar a que el niño se meta en el agua por su propia iniciativa y se vaya adaptando al agua poco a poco.
Existe el miedo al agua en todas las edades
Otra recomendación es que los niños tengan contacto con el agua desde pequeños. La matronatación es muy recomendable a partir de los 4 meses. De esta manera el niño ya estará acostumbrado al agua desde muy pequeño. Pero también puedes comenzar con clases de natación a partir de los cuatro o cinco años. Nadar es uno de los deportes más completos para el cuerpo humano.
Sin embargo, el miedo al agua también se puede presentar como una fobia en los adultos. El origen puede tener muchas causas pero las más frecuentes son de herencia o a partir de un trauma. Con “herencia” nos referimos a que los padres volcaron involuntariamente su miedo en los niños y estos lo han adoptado también. Los traumas son, por lo contrario, una experiencia traumática real relacionada con el agua. En caso de que esto sea una fobia grave y persistente causado por un trauma del pasado lo más recomendable es que esta fobia se trate con un especialista.
Por último, otra razón por la cual un adulto puede tener este miedo a meterse en el agua es no saber nadar. En este caso el miedo a meterse en la piscina o en el mar es muy lógico ya que lo que trata el inconsciente es evitar un ahogamiento. De esta manera la persona detecta el agua como una amenaza. En este caso, lo que recomendamos es que un familiar o una persona de confianza le demuestre a la persona con fobia que el agua no supone ningún peligro.